Hace menos de una semana, comentaba con una académica súmamente inteligente de la Escuela Nacional de Música que además es una buena amiga, sobre la adaptación de las licencias Creative Commons al contexto mexicano, y sobre la importancia de este acontecimiento.
En mi postura evangélica con respecto a las licencias, me encontré con un obstáculo inminente:
- "Bueno pero pues cualquiera puede bajar música y contenidos de Internet y hacer lo que se le pegue la gana con ellos, hasta venderlos fuera del metro... ¿para qué las licencias?"
El día de hoy, la temporada programada por la Sociedad de Concertistas Manuel M. Ponce trajo a mi querido amigo Mauricio Ramos al escenario de la sala Ponce en el Palacio de Bellas Artes. El programa fue absolutamente atípico en la dieta del recinto, al incluír una cuarteta disímbola y equilibrada de compositores: Alban Berg, Helmut Lachenmann, Chopin y Schumann; dos del siglo veinte, dos del diecinueve.
El concierto comenzó con suma puntualidad, y el Steinwey & Sons sonó como siempre, delicioso. Mauricio dio un espléndido concierto. Yo no pude sino escuchar la segunda mitad del recital: Chopin y Schumann (que por cierto fueron obras tonales que hacía muchos AÑOS no le escuchaba a Mauricio en piano solo).
Ayer, el pionero de la síntesis sonora orientada a la utilización de los músicos, falleció a los 71 años. Si bien Bob no fue un artista del sonido, fue un artista de la ciencia aplicada y de algo que venero sobre muchas cosas: el concepto de interacción entre el creador musical y la tecnología. A mi y a mi generación, no nos tocó operar un Moog recien salido del horno. Conocimos el Moog a la par de los DX7 de Yamaha. Pero al Moog de 1970, fue el primer sintetizador analógico verdaderamente utilizable por los músicos del mundo, y sobre todo, no tan dificil de adquirir. Gracias Bob, en México te recordamos también, en nuestro presente.
Aborrezco el asunto de "todos los derechos reservados" porque reutilizo mi cultura para hacer música para cine mudo, porque hago código para computadoras desde los ochenta, y soy amante de los temas con variaciones en la música y el arte. La cultura es un proceso. Todo esto me ha enseñado que copiar, replicar, reusar, imitar y compartir es el sustento del arte, de la ciencia y mejor que eso: de la vida.
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