Y lo vamos a celebrar. Lo repetiremos 100 veces el día de hoy; lo enunciaremos ante "machines" amigos nuestros; tristes preservadores de un rasgo cultural que no necesitamos.

Lo deletrearemos frente a los rostros de filósofos escépticos para quienes la frase "equidad de género" no es más que una aberración terminológica; mientras intelectuales y analíticos ensayan sobre la polivalencia de la frase, el mundo mira como el 70% de su población en pobreza extrema, son mujeres. Aguarda a que las voces femeninas que padecen diariamente violencia física, simbólica, tácita y flagrante compongan una sinfonía de indolencia en casas y bohardillas, en elegantes departamentos neoyorquinos, en los Tuxtlas (México), en fabelas brasileñas, o en los pusilánimes espacios de comercio sexual en Dubay.

Y de la misma forma, todos los días a toda hora, millones de mujeres ejercen violencia y manipulación reforzando y replicando el problema.

La falta de equidad no respeta credos; los hogares, las oficinas e incluso los círculos académicos, las esferas políticas y las élites padecen las formas sutiles y silenciosas de la discriminación por género. La falta de equidad en la asignación de roles y autoridades es imperceptible.

Por lo pronto, este 8 de marzo, celebro que estemos trabajando en OTRA dirección. Ahora comencemos por nosotros mismos... la cultura anti-mujeres (que es por ende anti-hombres) está en el aire, y quizás en pequeños aspectos de nuestra cotidianidad; por qué no reconocernos:

Qué tal, soy [José Serralde] y ESTOY PERMEADO POR EL MACHISMO; tal como lo está cualquier hombre o mujer de mi generación en mayor o menor medida. Aprendí como muchos a aprovechar esta matriz cultural para lograr mis propios fines. Por supuesto, ahora busco erradicarla de mis conductas para lograr una convivencia más íntima y sincera con hombres y mujeres a mi alrededor.

Inténtenlo... comenten, compartan. Hagan lo mismo en blogs y correos electrónicos. Tenemos mucho por hacer. ¡Felicidades!