Hace menos de una semana, comentaba con una académica súmamente inteligente de la Escuela Nacional de Música que además es una buena amiga, sobre la adaptación de las licencias Creative Commons al contexto mexicano, y sobre la importancia de este acontecimiento.
En mi postura evangélica con respecto a las licencias, me encontré con un obstáculo inminente:
- "Bueno pero pues cualquiera puede bajar música y contenidos de Internet y hacer lo que se le pegue la gana con ellos, hasta venderlos fuera del metro... ¿para qué las licencias?"
Circuló la semana pasada a través de múltiples medios, la convocatoria del EZLN para reunirse con miembros de la comunidad intelectual mexicana con el fin de discutir el tema de arte, cultura y medios.
Si bien la convocatoria demostraba cierta seriedad en su planteamiento en medio del tono relajado que ha caracterizado los textos del EZLN, la definición de sus propósitos se inscribía en una intentona súper ineficiente de llamar la atención hacia temas prioritarios.
Diluída. Así puedo definir la propuesta. Desatenta. La petición del ejército pide que la comunidad defina la "agenda". Sin embargo, la experiencia de siglos en materia del demos pensante, veo con temor la decisión final...
Aborrezco el asunto de "todos los derechos reservados" porque reutilizo mi cultura para hacer música para cine mudo, porque hago código para computadoras desde los ochenta, y soy amante de los temas con variaciones en la música y el arte. La cultura es un proceso. Todo esto me ha enseñado que copiar, replicar, reusar, imitar y compartir es el sustento del arte, de la ciencia y mejor que eso: de la vida.
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