Un envío de Ondinnock que de alguna forma pone el dedo en la llaga, al celebrar con mesura el hecho de que 18,000 personas desnudas apoyen el trabajo de Spencer Tunick en el zócalo de la Ciudad de México sin objeción ciudadana, mientras otros artistas con nombres más mexicanos padecen de censura en el país, ha sembrado una buena pregunta en el sonoblog: ¿México libre?

Para seguir leyendo esta perorata, indispensable poner PLAY en el vídeo a continuación. Gracias Nino Rota...

La capital del país de pronto, se volvió en un claustro de tolerancia y represión: mientras falos y senos se abaten en el zócalo, macanas se desploman sobre comercio ambulante, empresarios fraudulentos sí pueden soñar con la libertad, bicicleteros curan su añoranza de caminos amarillos, y las manifestaciones en las avenidas principales se vuelen en verbenas de morbo popular.

La percepción del extranjero que pasea por la ciudad, sólo puede detectar un país libre... y ocasionalmente, un país libertino y "sin medidas de control". Quizás es más bien un México dejado. Dejado por el significado de autoridad y por sus leyes; ¿un espacio de anarquía que en otro caso no suena mal? ¿Libre de qué? ¿Es hora de brincar y aplaudir celebrando algo?

Quizás la respuesta no exista, pero, si nos arrojáramos a la necedad de encontrarla, Fellini tiene una muy buena en Ocho y Medio (vídeo a continuación), una de mis películas más queridas. Toda generación mexicana estuvo tentada a PAGARLE a Saraghina por la RUMBA a ESCONDIDAS de algún "corpus ideológico represivo"... crecemos después, y cualquier promesa de libertad hasta para quitarnos la ropa, termina bajo la amenaza de explotar como olla express en contención.

Epílogo: una mujer violenta, indignada por no haber podido pasar al zócalo a participar de un momento en el que 18,000 comparten una forma instantánea de culto al cuerpo desnudo, grita con coraje a una policía: "pinche vieja celulítica". Hermoso. Amo este país. ¡Saraghina, la rumba!